Gastrogurú 29
Mariano Nicolás
Propietario del grupo Hostelero “El
Churra”
Fotografía: Antonio Juan Gras Alarcón
Podría parecer que los tiempos solo quieren guerreros de
afilada estrategia y victorias constantes. Cuando en realidad lo que siempre
estamos buscando es alguien que nos quiera, como si se tratase de una novela de
Bryce de Echenique, y que nos asista con una normalidad hogareña y nos haga
sentir en el corazón calentito de un abrazo entrañable.
Mariano Nicolás no se ha inventado el mundo de la
hostelería, ni falta que le hace. Desde hace
casi 59 años, con la intuición que poseen los limpios de espíritus, miró
a su alrededor y quiso que los demás pudieran encontrarse cómodos, bien
atendidos, y comiendo lo cercano con las maneras de una madre. Puede parecer campechano,
y tal vez lo sea, pero la sencillez, si encierra verdad y territorio, es una
bandera para el futuro. Algo que se puede reivindicar. Que se debe reclamar
porque habla, con voz pausada, de una cotidianidad que vamos perdiendo al
querer forzar con imposturas una manera natural de ser.
Pertenece a esa generación que se aferró a la vida a base
de trabajo y más trabajo, y merecen que miremos su obra con suficiente detenimiento y un ápice de vértigo.
La obra de Mariano, el del Churra, no ha sido complicada.
y comenzó a escribirse con un pequeño merendero donde se servía lo mejor de una
huerta única. Más que traducir la realidad en la que vivía, la mostraba sin
tapujos. Un tomate, una morcilla, una pieza de cordero. Hoy, cuando deseamos
que la crisis, que nos ha venido manchando la piel y lo más visceral del
corazón, se aleje para seguir siendo lo que siempre quisimos ser, sus esfuerzos
se han visto premiados con una restaurante respetado porque nunca quiso
traicionarse, ni dejar de ser lo que ha sido. Lo sencillo puede ser complejo de
conseguir si el empeño se tuerce. Con dos hoteles. Con una familia que camina
unida junto a la sombra de quien la puso en marcha.
Mariano Nicolás pertenece a ese colectivo de seres
humanos que se ha tenido que inventar la forma de existir, porque su formación
se la ha fabricado él mismo, día a día. Su idioma ha sido el esfuerzo, el compromiso,
el ser infatigable 365 días al año. Y ese lenguaje lo ha ido ampliando con el
sucederse de los días. Procede de un mundo donde lo que se ponía sobre la mesa
tenía sabor. Y son discípulos de la economía. Hijos de la tradición y el
respeto. Y cuando firman un acuerdo dan la mano, porque saben que la palabra de
cada uno es el notario que avala la veracidad de sus actos.
Si leemos muy de cerca la piel de éste hombre veremos que
el vocablo sacrificio se repite como un mantra imposible de olvidar. Porque su
geografía personal se ha hecho a golpe de sumar calendarios, horas de trabajo,
madrugadas frescas y tardías noches cerrando las puertas de un local que está
en el adn de toda una generación.
Sabe Mariano la diferencia entre miseria y crisis, y que
la cocina popular es la historia que le ha guiado. A la tradición lo que es de
la tradición, es decir, una verdad natural, sin ejercicios de simulación que
permanezca para seguir iluminando un camino que a veces nos cuesta dilucidar.
¡Cómo me gustaría conocer a este ejemplar personaje! Un saludo para todos.
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