GASTROGURÚ
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Cocinero
propietario de Casa Alfonso. Entre Col y Col y La Barca
Fotografías: Antonio Juan Gras Alarcón
Si
entendemos según la tradición latina que un gladiador es aquel que batallaba con otro, o con una bestia, en los
juegos públicos, podríamos decir, que Alfonso Egea es un gladiador que a sus 57 años comienza a necesitar pensar
más en sí mismo que en el público que ha visto como éste autodidacta consiguió
en el 2005 una estrella Michelín que sigue manteniendo a día de hoy, que abrió dos locales en Murcia, y está dispuesto a recoger sus bártulos, darse
un respiro y pasar página.
Pese
a que han tardado más de siete incomprensibles años en llamarlo para que
ofrezca sus conocimientos en el buque insignia de la formación hostelera
murciana, y que él gentilmente ha declinado, éste hombre de pelo cano recogido
en coleta, gesticulador a la manera mediterránea, generoso y dedicado en cuerpo
y alma a la que es su profesión , siente que lo han querido y valorado más en las
cercanas tierras alicantinas que en esa extinta huerta de Europa que gusta con
demasiada frecuencia hacer ostentación de amiguismo más que ofrecer resultados
equitativos.
A
los trece años ya terminaba los guisos para que su madre comiera de cuchara
cuando trabajaba en el campo. Y su aprendizaje se ha ido generando más gracias
a la experiencia de los personajes que ha tenido cerca que de reputados
maestros del sector. Pescadores que elaboran arroces, la memoria de lo cercano,
o viajes hasta profesionales insignes para ampliar horizontes.
Pero
Alfonso Egea es un trabajador de la sensatez y la lógica, humilde, que se
escandaliza ante las enseñanzas que reciben los jóvenes cocineros, más atentos
a los horarios, a los contratos, a las novedades técnicas, que a las bases que
tiene un oficio al que hay que dedicarse con sacrificio. Y el sacrificio no se
inculca, y piensa si no sería estimulante poner una asignatura que llevara a quemarse las uñas con legía a esos que a los pocos días de comenzar
sus estudios compran aparatosos cuchillos y dicen querer crear, cuando su
método y experiencia le lleva a decir que solo son capaces de crear unos pocos,
porque combinar no es crear. Y que no se puede pretender ser un funcionario del
fogón con contadísimas horas de trabajo.
La
cocina comienza en el mercado. Para
Alfonso Egea, que adora los productos marinos, el ser cocinero es un estilo de
vida, y su intención siempre ha sido la de alimentar a le gente de sabores
reconocibles.
A
desarrollado una vida laboral donde ha
hecho lo que ha querido pero de manera elegante, sincera y muy respetuosa con
el producto cercano, y siente que estos momentos ingratos le desilusionan y le
abren los ojos para hacerse nómada, y continuar su vida dedicándose, por un
tiempo, a otras facetas.
Mantiene
imperturbable la sonrisa, pero en sus ojos a aparecido un
a flecha de cristal
fría. Con más de 44 años dedicados al mundo de la gastronomía Alfonso Egea es
un gladiador que quiere descansar en la contemplación del arte, en ver crecer a
sus dos hijos, y transformar delicadamente los alimentos cuando
a él le apetezca. La suite Coppelia de Delibes es la banda sonora de éste
hombre íntegro.