Gastrogurú 31
David Muñoz
Cocinero, copropietario de Restaurante
Alborada. Murcia.
Fotografía: Antonio Juan Gras Alarcón
En la mente del cocinero hay conceptos que son los que
con el paso de los años, tras su
formación y base del aprendizaje que le llevará a tomar determinadas actitudes,
van quedando como avispero que moldean sus platos y su posición en la cocina.
Su posición en la vida.
David Muñoz procede de estirpe hostelera. Pues si su
padre Antonio, fue uno de los pilares del fenomenal Rincón de Pepe, su familia
abrió en los años noventa Alborada, y junto a su madre ha pasado muchas horas
en cocina pergeñando platos tradicionales llenos de sabores auténticos.
Con apenas 20 años tuvo la fortuna de educarse en una de
las grandes escuelas de cocina que en Barcelona ha ayudado al crecimiento de
cientos de nombres inolvidables de la culinaria no solo catalana, sino también
nacional. En Hoffman, amén de aprender técnicas, maneras y ahondar en el
aprovechamiento del producto, a David le quedaron tatuados en el espíritu
algunos conceptos/palabras que podrían sonar difíciles de asimilar en ésta
sociedad falsamente liberal que no ha fijado una educación que nos haga crecer
adecuadamente.
Disciplina y rigidez, dos conceptos que pueden erizar la
espalda los melifluos. Los cocineros que he ido conociendo a lo largo del mundo
saben que sus horarios son infinitos, las normas que marcan sus patrones
estrictísimas, y el resultado cuesta mucho que sea el soñado.
Organización y respeto. Como si el aprendizaje viniera en
líneas paralelas. A David el trabajar a diario en un restaurante de índole
familiar le llega a pesar como al escultor que sabe que dentro de la pieza de
madera a la que se enfrenta se encuentra la figura que su mente vislumbró. Hay
que ir dejando veleidades temporales, cantos de sirenas de modas pasajeras,
para centrarse, sin llegar a traicionarse demasiado, en lo que el comensal
viene a buscar a una casa determinada con ya algunos años de haber hecho un
buen nombre.
Hay que ir ganando la batalla al problema de la edad con
los clientes, y hacer que un público más joven vaya ocupando las mesas del
coqueto navío con el que brega a diario quien quisiera arriesgar más, pero se
muerde la lengua del sentido común y ofrece pequeños pasos de lo que su
incesante y bien preparada cabeza de cocinero va proponiendo.
Tienta David al futuro con la frescura de la
temporalidad. Pescados salvajes o verduras de excelsa calidad que une a
propuestas que hablan de la tendencia que obliga a los grandes restaurantes a
unir el juego de la barra sobre el planchado mantel.
Si el cocinero hace un esfuerzo para poder salir de estos
tiempos turbios y tristes, siendo comedido a través de ese resultado final que
es la cuenta, el comensal podría abrirse a los juegos que desacralizan el
concepto del restaurante clásico y hacen que cocineros con la capacidad técnica
y honestidad empresarial que rige a la familia Muñoz luchen para poner en la
mesa lo que con tanto entusiasmo es celebrado en su barra.
Éste conservador arriesgado, como se denomina el propio David,
lee, navega en la red, sigue formándose, porque el reto en que anda metido le
obliga a buscar un equilibrio que si no es el que desearía, es el que en estos
momentos tiene que hacer. Hay que tenerlo más presente. Es un valor con
conciencia.
Me parece fenómeno que uno siga haciendo carrera y no se estanque. Buen fin de semana.
ResponderEliminar