CENANDO CON RAIMUNDO GONZÁLEZ
Si es de
bien nacido ser agradecido, hay momentos en que uno debe ser doblemente
agradecido.
Desde hace
unos meses el empeño en homenajear a don Raimundo González se nos puso entre
ceja y ceja a los Gastrólogos. Resultaba insultante comprobar que una sociedad
como la murciana olvidaba a una de las personas que más ha hecho porque el
nombre de Murcia esté en la primera plana de panorama nacional.
Así que
dentro de Barra de Barras, y con la complicidad de Olga Orenes, acometimos un
acto sencillo, pero lleno de reflexión, gratitud y cariño. Que un grupo de
cocineros releyeran cada uno un plato de quien tanto sentido le dio al producto
cercano y a través de él mostraran su personalidad.
Raimundo ha
llegado puntual, elegante, dicharachero y dispuesto a regalarnos anécdotas que
amplíen su cariz de creador de tendencias. Y mientras la cena va cumpliendo con
sobradas realidades las expectativas puestas en ella, el cocinero se va dejando
llevar y nos narra anécdotas que bien valdrían que se conocieran para valoran
un ingenio como el del Cid y sus aventuras cantadas en gloriosa epopeya.
Claramente
la cena queda dividida en tres actos. Los cinco primeros platillos, los dos
platillos que comprenderían la parte final de la sección salada, y los postres.
Excepto algún retoque que hay que dar al plato de la dorada y a la nueva
versión de los nidos, estamos ante una de las cenas más gloriosas que he
disfrutado en esta ciudad.
La intensidad
sápida del chupito de aperitivo contrasta con la delicadeza y equilibrio del
tartar de alcachofas, la singularidad del juego de las habas y las gelatinas
naturales de las almendras nos lanzan hacia una cocina de geografía cercana
exultante. El arroz y su desarrollo del azafrán nos muestran un caldero
apoteósico, y la nueva versión de las berenjenas a la crema es todo un canto a
la delicadeza de la fusión. Siguen en esa línea el sorbete de fresón y la leche
frita.
Nadie en su
sano juicio debería perderse un espectáculo como ese, además de que el
minúsculo precio del regalo, 30€ pudiendo
degustar un Laderas del Sequé con una Monastrell gloriosa, frutal, redonda y
juvenil. Como las idead que ha sembrado éste ágil anciano que se apoya con
elegancia sobre un bastón y se siente feliz por el cariño que le muestra
quienes le rodean.
Si tienen
memoria, o son agradecidos, deben de acercarse estos días hasta la sala del
Rincón de Pepe. Hay mucha cocina por sentir y emocionarse con platos que ya
viajan en el tiempo, sabiéndose transformar ilusionantemente.