viernes, 10 de enero de 2014

EL CAMINO DE LA SENSATEZ LLEVA A LA LIBERTAD

GASTROGURÚ 16

TOMÁS ÉCIJA. COCINERO PROPIETARIO DE LOS RESTAURANTES ALBERO Y MAITA

Fotografía: Antonio Juan Gras





Debe ser muy emocionante que alguien llegue hasta una mesa de tu último restaurante abierto y se turbe al recordar a ese maestro que tuvo en la infancia. Sobre todo cuando ese maestro fue tu padre, y te dejó  desgraciadamente a causa de un ataque cardiaco cuando  apenas tenías 3 años.

Tomás Écija, cocinero que estudió en la Escuela de Hostelería de Madrid, abrió hace unos meses en Molina de Segura su segundo local. Maita. Convirtiendo esa apertura en uno de los más evidentes ejemplo de que las sinergias entre las administraciones públicas y el privado pueden dar resultados memorables si las cosas se hacen pensando en el futuro y se oyen a la perfección los tiempos que nos acucian.


Después de 10 años ejerciendo en Ceutí, en su restaurante El Albero, donde desarrolla  una cocina de sabor antes que de efectismos, de ejecución actual pero de estilo clásico y de bases bien asimiladas, Tomás ha encontrado un camino hacia la libertad jugando con una fusión no agresiva ni radical, sino que busca el camino de vuelta hacia sus raíces y lo cercano viajando por oriente.


Ahora disfruta del lujo de una terraza, desde la que mirar la huerta asediada que rodea la trabajadora ciudad de Molina, mientras desayuna antes de comenzar sus tareas diarias en la estructura  arquitectónica construida sobre la muralla que dará mucho que hablar a una urbe necesitada de acciones verdaderas y distintivas que atraigan gente que vengan a disfrutar y  cambien normalidad por  el sufrimiento reinante.


Con los años, con el saber esperar, con aprender  a dejar que su corazón se exprese, Tomás ha vuelto a disfrutar andando por caminos que hasta ahora le eran desconocidos. Es el ejemplo de la tenacidad bien entendida. Construye equipos para que se queden, para que puedan caminar a su lado, junto a los que ir descubriendo propuestas hasta ahora no practicadas. Mundos lejanos vestidos de cercanía. Ahora el cocinero puede mirar a la cara de sus comensales y ver las reacciones ante las propuestas que llegan a la mesa. La magia de la transparencia.


Ser un profesional, en cualquier campo, implica conocer las reglas. Y si ahora siente que se permite el lujo de elaborar sin miedo es porque durante mucho tiempo se ha contenido para madurar. Este es un sector donde es usual que los naipes caigan ante cualquier soplo más vivo de lo frecuente.  Tiene a su cargo 20 empleados. Y sin poseer el don de la ubicuidad razona que los suyos saben crecerse ante las adversidades de estar a ratos algo más solos.


Encuentra  el equilibrio en la diversidad y elige que el producto de temporada sea su guía. Por ello incorpora lo cercano a sus nuevas propuestas: panes, vegetales, aves, pescados o hierbas aromáticas que casi son recolectados día a día. Que casi llevan el nombre de las tierras que divisa desde la espléndida atalaya que sobre el pasado podrá dominar el futuro.


El cuidado léxico profesional con el que expresa sus preparaciones  no esconde al hombre que mira el deseo de ser padre en un futuro cercano, ni al que tiene una veloz moto aparcada en su garaje, ni al que disfruta en escapas gastronómicas para seguir aprendiendo.  Delatan a un hombre sensato, camino de la libertad.


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