GASTROGURÚ 41
Elena Pacheco
Enóloga
Copropietaria de Bodegas Pacheco
Fotografía: AJG
Existe un grupo de personas que son capaces de sacrificar
su vida para dedicar su tiempo, ya sea el de la formación, del crecimiento, o
el del placer, a su núcleo familiar y tratar de sacar adelante al negocio
familiar que puede haber caído en momentos de intranquilidad y desasosiego.
Podría alguien equivocarse si pensara que la figura de
Elena Pacheco, pese a su delgadez y baja estatura, no contiene una carga de obstinación
y valentía inconmensurables como las que tienen ciertas heroínas clásicas.
Cuando en los años 1982 el negocio familiar pasa por sus peores momentos,
decide implicarse para luchar por sacar adelante un proyecto que llevaba ya
muchos años en marcha.
Hay palabras que en su boca parecen menos terribles pese a haberlas vivido desde
dentro. Sufrir y trabajar para recuperar la vieja bodega.
Ahora, cuando todo parece haberse vuelto a encarrilar
dice echar de menos el no haber trabajado fuera para abrir más la mente y ser
capaz de llegar más lejos.
Sus estudios de enología le sirvieron para tener una
relación casi sensitiva con las tierras que cultiva. Que no son viñas solamente
de lo que se ocupa, sino que se lanza a la trilogía del aceite y la almendra.
El equilibrio proviene del empuje del corazón, que
necesita de la cabeza para que los resultados sean esperanzadores. La
creatividad que le produce el mundo del vino le ha llevado a propuestas
arriesgadas que quizá en su momento no se vieron claras del todo, sencillamente
porque el tiempo tenía que jugar a su favor. Y así, una de sus apuestas más
personales, Síntesis 2005, sólo ha podido afirmar su ojo visionario, cuando el
paso del tiempo a cubierto de gloria el trabajo embotellado.
Confía plenamente en que las nuevas generaciones que
entran a trabajar en su bodega, que serán la cuarta generación, mejor formadas,
preparadas con mayores horizontes, tengan la fortuna de llevar a cabo su
trabajo pudiendo gestionar ellas su propia labor.
Si el mundo del vino es un juez cruel, que da y quita
razones conforme las cosechas avanzan y llegan a su final, de la misma forma es
un cajón de sorpresas, donde no se pueden dar por sentadas cosas hechas una y
otra vez. Porque los tiempo, aunque cíclicos, siempre traen novedades, y los
bodegueros, los que dialogan con el campo, tienen que estar muy atentos a sus
peticiones y dictados.
Elena pertenece a esa raza que espera con ansiedad la
próxima vendimia, por ver si se han cumplido sus previsiones. Que solo sabe
mirar hacia delante, Con un optimismo peleón y esperanzador de que la próxima
cosecha sea, siempre, la mejor.
Y ahora busca pequeñas parcelas donde poder lanzarse a
elaborar ese sueño que llamamos “vino de garaje”, en donde el diálogo entre
territorio y bodeguero es aún más entrelazado.
Elena Pacheco se guarda en su bolsillo el filing que
posee con la tierra, su manera de orar/crear, porque su sueño cercano es el de
invertir en cosas intangibles. Cosas de idealistas con los pies en el suelo.
Ella, elaboradora de vinos sutiles, elegantes y
sensuales, se lanza a provocar con propuestas como ese Vermut que ha llamado
Vermucho/verpoco, o ese vino ligero con gaseosa para verano. Las reglas están
para saltarlas. La tradición para llevarla más lejos. Elena para seguir abriendo
resquicios que dejen entrar aire fresco.
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