- Le voy a decir una cosa, señor Azafrán, la
gastronomía es una sucesión bien intencionada de platos que se van repitiendo
de país en país. Porque los pobres, que son los que siempre tienen hambre
incorregible, ese defecto humano y subsanador mediante el oficio de los
cocineros, son los que viajando repiten sus esquemas, y así encontramos una
semejanza entre el Colcannon irlandés y el Haluski húngaro.
Puré de patatas, col (o incluso col verde), mantequilla, sal, y
pimienta. Con suerte podrémos añadir leche, nata, cebollas, o ajo.
Unos lo trituran y otros convierten la patata en una especie de
ñoquis. Pero el resultado es bastante similar.
- De Irlanda esos miles de
escritores que hay en las tabernas, o en la bibliotecas, sus cantos, sus
cantantes. Esa afición a beber como estado natural de enfrentarse al mundo.
- Volviendo al Colcannon,
señor Azafrán. Incluso en Cataluña tienen una cosa similar, con col y patata,
el trinxat.
- Eso es una forma de
llamar a un plato, con una palabra, no como Champiñón, el cocinero militar, que
pone títulos de 21 palabras.
- Es que hay mucha gente,
en esa hermosa profesión que es la cocina, empeñados en querer tener la razón a
toda costa. Forman partidos, ligas, se autoeditan sus revistas, sacan posters
centrales con sus superhéroes de siempre. A sus reuniones solo se invitan ellos
y se sienten capaces de ignorar al mundo. Así de soberbios son, señor Azafrán.
El Colcannon humea. Lúpulo, cebada y cebada tostada, de una Guinnes abierta, flotan en el aire. Los
náufragos ven la calzada de los gigantes en el borde de sus platos.
Y hay quienes transcriben recetas de otros y se las autoacreditan.
ResponderEliminarUn gran saludo para Cardamomo y Azafrán.
Tontos, lo que se dicen tontos, parece que haberlo los hay, y lo malo, queridísima lectora, es que abundan, se ponen nombre y dan ordenes desde sus altos sombreros. Pero a palabras necias, ojos que miran cosas hermosas.
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