Mapa de Chipre
Las noticas vuelan, corren, y se transmiten, en estos tiempos
mentirosos y de calumnias, a velocidad de wassap.
Cardamomo mira al suelo mientras habla, como no queriendo ser
consciente de lo que dice. Pero en realidad mira los solomillos de cerdo que ha
troceado.
- He recibido un mensaje
de Peperoncino, dice mezclando cerdo, recuerdos y vino tinto con cilantro.
- Déjelo, el mal ya está
hecho. No se puede cocinar mentando la bicha.
Afelia chipriota
- Hoy nos vamos a Chipre.
Y aunque muy apegada su tradición a la cultura griega, hay veces que por ser
una ex colonia griega, la gente estropea las cosas por sofreír con mantequilla.
Nostalgias.
- Mi querido Cardamomo,
cerdo y Peperoncino no pueden funcionar bien. Demasiado marrano junto.
Ríe el cocinero. Las semillas de cilantro ya han sido sofritas,
machacadas, vueltas a la hoya guisadora, y todo mojado con el vino que maceró
los solomillos de cerdo.
- El vino como agua que lo
cura todo. Incorpora sabores y aromas, y hace más vivible la realidad.
- Sabe usted, señor
Azafrán, tuve una amiga que se llamaba Mar, no me mire usted extrañado. Pasó un
par de años en los secarrales chipriotas. Se alimentaba de amor de juventud y
de ésta Afelia que hoy vamos a degustar. Vino recio. Aceite poderoso, y muchas
horas mirando el mar. Cuando regresó juró que nunca más comería cerdo.
Calas de Chipre
- Ni Peperoncino.
- Ni Peperoncino.
Como si la tramuntana emocional que habita el Mediterráneo soplara en
la casa, las cortinas se mueven. Un silencio, como de Siroco árido, envuelve la
comida.
Los recuerdos son tesoros que no ganan con la luz.
Como siempre las aventuras de Cardamomo y Azafrán son inimaginables ahora en tierra chipriota. Pensé que los platos se asemejaban a la comida mediterránea pero sus ingredientes son más bien de oriente medio. Saludos.
ResponderEliminarYa sabe usted, querida Leonorcita, que el mediterráneo ha sido algo así como patio de colegio de los costeros, intercambiadores de mercancías y de cultura, y hasta de tradiciones. Por eso nunca deberíamos de sorprendernos. El ser humano ha sido, por antonomasia, dado a la pluralidad hedonista.
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