5. PATATAS, HUMO Y
RIESLING
Como un emigrante del recuerdo, Azafrán mira el mapa de Alemania como
si deletreara diversos nombres de mujer.
Lo dirá usted por Mosela ó Nahe, ¿verdad?, inquiere Cardamomo mientras
comienza a preparar dos platos donde las patatas y los aromas de humo se van a
mezclar.
Entre Colonia y Frankfurt Azafrán vivió el amor en diversos estadios
de su vida. Del entretenido Camping a orillas del Rehin, a casas donde las ardillas hipnotizaban a su
hijo Azafrán Junior.
El humo como conservación. Piernas de cerdo que pasan días junto a
transparentes caricias de lenguas intangibles, de perdurables aromas de fuego y
madera. Y que servirán de base, cortadas en lonchas, al batiburrillo de una
crema hecha a base de rábano picante.
Un entrante glorioso que espera la alegría aterciopelada del riesling
fresquito que habla de mineralidades petrolíferas.
Cuando existía el marco y la peseta, un burgués alemán sonreía al
hacer la comparación entre millonarios españoles y millonarios alemanes, narra
quien llevó una camisa amarilla a orillas del navegable río, mirando embelesado
la dulce curva que a las afueras de Bonn, envolvía viñas y laderas verdes.
Con menuda gente se codeaba usted. Cardamomo pela patatas, tritura con
habilidad minuciosa los encurtidos que unirá a la mahonesa y la mostaza para
dejar lista la ensalada con gentilicio de nación.
Los grandes países donde la cultura tiene un peso elevado dan mucha
importancia al hecho de comer, de transformar los alimentos. Cervezas, vinos,
embutidos, pasteles, panes. Otro país donde el cerdo es totémico, ríe Cardamomo
por el palabro.
Un brindis por el pasado. Y ambos caballeros vacían la copa de pie
verde.
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